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David Roca: "Racismo criminal"

Publicado: 2015-07-10

En los Estados Unidos un blanco mata a compatriotas negros, gente inocente, como parte de una historia de más de 350 años que no acaba de morir, como bien dijo el presidente Barack Obama.

Tema enorme, que tiene el ingrediente adicional de una balacera en un país en el que las armas se venden como caramelos, y cuya sociedad, increíblemente, ha hecho de un fulano que mataba gente como en un videojuego – Chris Kyle, el famoso “francotirador” – un ícono, un héroe.

Pero por casa, en el Perú, el tema también es de temer. La comunidad afroperuana, tiene una población económicamente activa (PEA) que es 15% menor que la PEA nacional. Y a la mayor parte de afroperuanos se les imagina en roles de porteros o cocineras, cargadores de ataúdes. Y según algunos empresarios, esto es debido a que “la clientela así lo demanda”.

El racismo es para todos los que no son “blancos”, claro. La discriminación no solo se da de manera efectiva a la vista de la foto en el currículum y con las excusas respectivas. No solo se da como asignación de roles para determinadas tareas, sino que vivimos abiertamente una sociedad del apartheid que ya no es ni siquiera solapa, como la bautizara Macera hace años. Es cada vez más abierta y descarnada. Como si el inmenso dinero acumulado por pocos les hubiera abierto la posibilidad de desenmascararse.

Así, los que pensaron que ganar dinero iba a permitir ascenso social, se toparon con un muro inquebrantable. “Para ti Los Olivos, que yo sigo dueño de San Isidro…” es más o menos el mensaje cotidiano. Entonces, en Plaza Lima Norte y otras Limas, fuera de los cotos reservados para los de toda la vida, surgen franquicias que acercan las exquisiteces de los ricos de siempre al dinero de los nuevos ricos, lo que puede leerse al revés: los aleja de los lugares donde no los quieren ver.

Las playas exclusivas del sur y sus restricciones de acceso, y las normas para el personal de servicio, las discotecas, que siguen discriminando a pedido de la clientela, son tema ya recurrente que no concluye.

Una de las maneras de saber cómo piensan en privado los autodenominados blancos en este país es remitiéndose a los comentarios de sus cachorros, aún sin entrenar en la hipocresía de sonreír sin mostrar el desprecio real, y que por ello son tantas veces sorprendidos insultando a personas por el color de su piel o su origen social. Esos chicos y chicas no hacen más que repetir lo que escuchan en la cotidianidad de sus hogares.

Es claro que los padres de esos adolescentes de verbo incontinente no van a permitir que sus empleados de color modesto, como suelen decir, asciendan más allá de cierto límite en sus empresas. Y si hay un gran empresario “brown” – que es otra de las maneras elípticas de señalar al otro – este no va a pasar más allá de la mesa de negociaciones, tan solo porque money is money.

Pero todo esto tiene consecuencias incluso más graves. El señor Cipriani, por ejemplo, que dijo que la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos era una cojudez, minimizando así las denuncias por violaciones gravísimas de derechos humanos en Ayacucho (donde era obispo entonces), defiende también las actividades extractivas de las que, como nos hemos enterado, el arzobispado de Lima es minúsculo accionista.

El cardenal calma su consciencia con actividades asistenciales, mientras que lo dejaban impávido los abusos contra los indígenas ayacuchanos y lo dejan frío las angustias por no perder sus fuentes de vida de aquellos a quienes el Papa Francisco acaba de dar la razón. Dice el Papa: “las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la contaminación que producen algunas actividades extractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y controles suficientes”. Como el Perú, claro.

Ese distanciamiento del sufrimiento de ese otro por parte de Cipriani, a pesar de la enseñanza cristiana, es debido a la ausencia de empatía. Esto, en un contexto como el nuestro, es racismo.

El mismo racismo de tanto funcionario público que, en algunos casos olvidando raíces propias, toma frías decisiones para servir a los intereses que financian sus servicios.

El racismo, sobre todo, de tanto empresario al que no le conmueven las vidas que se lleva de encuentro, con tal de llenarse los bolsillos. En una sociedad donde el racismo está tan fuertemente instalado entre los sectores más poderosos, tomar decisiones que perjudican a las mayorías que ven como diferentes, es fácil. Todavía no hemos llegado a tomar una ametralladora y matar fieles en una iglesia. Pero no estamos tan lejos como algunos creen.

(Artículo publicado en la revista “Hildebrandt en sus trece” No. 256, dl 26 de junio de 2015)


Escrito por

Movimiento Tierra y Libertad

Tierra y Libertad es un nuevo movimiento político de izquierda, ambientalista, pacifista y demócrata radical


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